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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Lira durmiendo en su colchoncito
Foto enviada por cuenka

Lo había cambiado por otro que decía: “MULAS ¡NO!”
El tendero regresó a la tienda, que Golo había dejado toda revuelta, y empezó a poner orden.

Mulas, no

Volvió a colocarlo todo en su lugar, barrió los trozos de vidrio y cuando acabó, la tienda presentaba casi el mismo aspecto que antes, salvo un detalle: el rótulo que había en la puerta.
No os hagáis los locos y cargad pronto los troncos.

El jefe está que trina y hay que darse prisa.
Al poco rato iba tocando alegremente, y Golo se puso a trotar al compás de la canción de los leñadores:

El jefe está que trina y hay que darse prisa.
El tendero corrió tras ellos hasta quedarse sin aliento, y cuando Fabián vio que había dejado de perseguirlos, mandó a Golo que aminorara el paso. Entonces sacó la flauta e improvisó algunas notas.
Montó sobre Golo de un salto y le gritó: “ ¡A casa!” Pero no hacía falta que le diera la orden, pues el animal ya se había lanzado a galope tendido.
Fabián se quedó de una pieza cuando vio a Golo salir disparada por el escaparate. La flauta salió despedida por los aires y el mismo Fabián la cazó al vuelo. En medio del desbarajuste comprendió que lo mejor era largarse de allí lo más pronto posible, llevándose la flauta consigo.
Entonces entraron unos hombres a por Golo y trataron de sacarla fuera. Como gritaban mucho, Golo pensó que lo mejor era salir de allí rápidamente.
Conque dio un par de coces y se lanzó a través del cristal del escaparate.
Las mujeres que había en la tienda se pusieron a chillar y Golo empezó a sentirse asustada. Pero se acordó de depositar el dinero frente al tendero.
Irás tú a la tienda a comprarme la flauta.

Pero Golo no había entrado nunca en una tienda, y derribó un frasco de caramelos con el rabo, sus orejas se engancharon en un abrigo y sus cascos atronaron sobre el suelo de madera.
Fabian deseaba aquella flauta más que ninguna otra cosa en el mundo, y se puso a pensar en la forma de conseguirla. Entonces dijo a Golo:

—Tú eres blanca; bueno, salvo tu nariz, que es rosa, pero no creo que vaya a fijarse en eso.
— ¿Es que no has leído lo que pone? —preguntó el tendero—. Pues pone: NEGROS ¡NO! Aquí sólo atendemos a los blancos. —Y volvió a meterse en la tienda; dejando a Fabián en la calle.
El tendero se quedó asombrado de ver a Fabián entrar en su comercio, y antes de que pudiera pedirle la flauta, lo tomó por el brazo y le indicó el rótulo que había sobre la puerta.
Se pasaban el día entero talando árboles, arrastrando los troncos y cardándolos en los camiones. Cuando el ultimo camión había salido para el aserradero, Fabián y Golo se iban al río para lavarse. Mientras nadaba en las límpidas aguas, Fabián pensaba con ilusión en el día en que sería lo bastante mayor para ir a Río Rosa.
Su padre envió a Fabián a darse una vuelta por la ciudad mientras él y su madre iban de visita. Fabián conducía a Golo por la bulliciosa calle y no paraba de mirar a su alrededor, sobre todo los escaparates de las tiendas. En la vitrina de una tienda vio una flamante y reluciente flauta. Sus ojos se le iban una y otra vez hacia ella. Al fin sacó el dinero que había ahorrado para la excursión y entró muy decidido en la tienda para comprar la flauta.