Y levantándose y cogiendo a la niña de la mano, salieron en busca de la
fuente. Pero la malvada madrastra era bruja, y no le había pasado por alto la escapada de los niños. Deslizándose solapadamente detrás de ellos, como sólo una hechicera sabe hacerlo, había embrujado todas las
fuentes del bosque. Al llegar ellos al borde de una, cuyas
aguas saltaban escurridizas entre las
piedras, el hermanito se aprestó a beber. Pero la hermanita oyó una voz queda que rumoreaba: «Quién beba de mí se convertirá
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