FLAMENQUITOS.
Así decía "el guitarrero Celipín" al compás de los acordes:
¡Eleeeeeee" Ya pueden hablar mal los timoratos, y esforzarse para poner en ridículo la flamenquería, que no han de convencer a nadie y "a tó tirar" sacarán lo que el negro del sermón. ¡Eleeeleleleeee!...
...
La flamenquería está dentro de nuestra sangre y forma parte esencialísima de nuestro caracter. No es necesario ser andaluz, ni muchísimo menos, para admirar el garbo - ¡olé la grasia!- de una mujer morena y querérsela
comer con los ojos, cuando va por la
calle Abajo andando corto, pisando fuerte y contoneándose con una voluptuosidad que quita hasta la respiración...