Stabat Mater dolorosa
Dentro de los oficios y la misa que se celebran el Viernes de Dolores, hay uno especial. Se incluye una plegaria que medita sobre los dolores que sufrió María, madre de Jesús, durante la crucifixión de su hijo. Se trata del'Stabat Mater' (Estaba la Madre, en latín).
Muchos confunden este rezo con el 'Stabat Mates Speciosa'. Nada tiene que ver. Este último narra el prólogo de la vida de Jesús: el gozo de María por su nacimiento. El 'Stabat Mater' se podría decir casi que hace lo propio con el epílogo: cuenta el sufrimiento de la madre cuando crucifican a su hijo.
Ambas son atribuidas al papa Inocencio III y al franciscano Jacopone da Todi. Las plegarias datan del siglo XIII. En latín, el 'Stabat Mater' comienza con un 'Stabat mater dolorosa'. Fue Lope de Vega quien tradujo al castellano estos versos a los que se han puesto música en innumerables ocasiones:
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
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