Un día que Santi estaba sentado cerca de sus compañeros, oyó sus planes inmediatos. Iban a meterse en la
casa número 40. Santi no salía de su asombro. En el número 40 trabajaban unos obreros de la construcción, corpulentos, llenos de polvo, que habían prohibido a los chicos acercarse a las hormigoneras, a los montones de arena y a las carretillas.