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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Shacha con la nieve y el palo
Foto enviada por Qnk

Seguro que sí, querido- dijo su mujer- como siempre.
-Sencillamente, haré todo lo mejor que pueda- respondió el zapatero.
-Nos hemos quedado sin la ayuda de los duendecillos -dijo riendo la mujer del zapatero-. ¿Qué vas a hacer ahora que viene tanta gente a comprarte calzado?
Y cantando y bailando salieron a la calle por la puerta de la tienda.
- ¡Se acabó el hacer zapatos! ¡Ahora somos gente elegante!
La noche de Navidad, pusieron sobre la mesa estos regalos y se escondieron en el rincón. Hacía un frío tremendo. Los duendecillos salieron tiritando y dando diente con diente; de sus bocas salían humaredas de aliento que se helaba en contacto con el aire. Al principio se quedaron asombrados al no encontrar cuero para coser. Pero luego vieron la ropa y comprendieron que era para ellos. Se la pusieron y empezaron a bailotear, riendo y dando palmadas con las manos ya calientes gracias a sus nuevos guantes ... (ver texto completo)
Al día siguiente, muy temprano, su esposa empezó a coser camisas y pantalones

de una tela abrigada y alegre. El zapatero sacó su aguja más fina y su cuero más blando e hizo un par de lindas botas para cada uno.
-Deberíamos hacerles un regalo para agradecerles sus servicios -respondió el zapatero.
-Pobres criaturas -dijo la mujer-Tanto trabajar para nosotros y… no tienen ni siquiera una camisa y unas botas.
Al dar la medianoche, seis duendecillos desnudos salieron uno tras otro de detrás del reloj. Subieron a la mesa y al momento se pusieron a coser y a martillar, a hacer nudos y a dar lustre. De cuando en cuando paraban para soplarse las manos heladas, para calentarse los pies brincando en el suelo, o para acurrucarse unos contra otros y así combatir el frío del invierno. Tiritaban de la cabeza a los pies.
Así que una noche fría, la víspera de Navidad, el zapatero dejó sobre la mesa el cuero cortado y se escondió con su mujer en un rincón.
- ¿No te gustaría saber quién nos ayuda por las noches? Ya es hora de que lo averigüemos
- ¡Tenemos cuero para toda la vida! -dijo, feliz, la mujer del zapatero- ¡Y viene tanta gente a comprar esos zapatos que casi somos ricos!

Pero el zapatero estaba pensativo
- ¡Qué magnífica hechura! -exclamaban los clientes. Y vinieron de muy lejos a comprarle zapatos. El zapatero vendió a las damas zapatillas de baile, en bonito terciopelo, y botas de montar, largas y relucientes, a los caballeros.
- ¡Es una obra de arte! -dijo el zapatero a su mujer. Los zapatos se vendieron a un precio tan estupendo que esta vez pudo comprar cuero para cuatro pares. Por la noche unas manos misteriosas cosieron los cuatro pares.