María Tarnowskaya, descrita como “alta, sutil, cabellos
castaños, mirada insinuante”, era una mujer elegante, refinada, dueña de une hermosa voz y ornamento de los
salones de media Europa: la última persona que la sociedad de su tiempo hubiera imaginado implicada en un asunto tan turbio. Y, sin embargo, sus genes parecían abocarla al desastre. Según un informe, “las anomalías psíquicas fueron preparadas largamente por las generaciones que precedieron su llegada al mundo; y he aquí que, buscando,
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