“A la mañana siguiente, desperté y miré a mi alrededor. No podía creer que estuviese realmente despierto. En efecto, me encontraba tendido en un charco, en medio de la
plaza principal de la ciudad, rodeado por una multitud de personas que miraban hacia arriba. Miré yo también hacia lo alto ¿y qué creéis que vi? A mi
caballo, sobre el
campanario, amarrado con las riendas a la
cruz. El pobre coceaba en el vacío y estaba a punto de morir estrangulado. Desenfundé rápidamente mi pistola, la cargué, afiné
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