Aprovechando la inocencia de Julián, Lesmas le atravesó el corazón hiriéndolo de muerte.
Reinó de nuevo el silencio en
Cuenca mientras uno de sus jóvenes teñía de sangre el
pasadizo del
Cristo.
Inés creyó morir también. Cuando fue consciente de lo que había ocurrido comenzó a pedir ayuda a la guardia que, rápidamente, apareció en el lugar.
Pero ya no había nada que hacer, Julián estaba muerto y Lesmas, junto a él, limpiaba la sangre de su espada.
Mientras la guardia se acercaba por los
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