Cogió las calaveras, las puso en el torno y las redondeó. -Así, -dijo- ahora rodarán mucho mejor.
-Hurra, -dijeron los hombres- ahora nos divertiremos.
Jugó con ellos y perdió algo de dinero, pero cuando dieron las doce todo desapareció de su vista. Se acostó y se quedó dormido. A la mañana siguiente el rey fue a ver cómo estaba: - ¿Cómo te ha ido esta vez? -le preguntó.
-He estado jugando a los bolos, -respondió- y he perdido un par de monedas.
-Entonces, ¿no has tenido miedo? -preguntó el rey.
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