Ya avanzada la
noche, a los otros soldaditos de plomo los recogieron en su caja y toda la gente de la
casa se fue a dormir. A esa hora, los juguetes comenzaron sus
juegos, recibiendo visitas, peleándose y
bailando. Los soldaditos de plomo, que también querían participar de aquel alboroto, se esforzaron ruidosamente dentro de su caja, pero no consiguieron levantar la tapa. Los cascanueces daban saltos mortales, y la tiza se divertía escribiendo bromas en la pizarra. Tanto ruido hicieron los juguetes,
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