Efectivamente, cambió el tiempo. Por la mañana, una
niebla espesa, húmeda y pegajosa, cubría toda la región. Al
amanecer empezó a soplar el viento, un viento helado; el frío calaba hasta los huesos, pero ¡qué maravilloso espectáculo en cuanto salió el sol! Todos los
árboles y arbustos estaban cubiertos de escarcha; parecían un bosque de blancos corales. Se habría dicho que las ramas estaban revestidas de deslumbrantes
flores blancas. Las innúmeras ramillas, en
verano invisibles por las hojas, destacaban
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