—He recorrido todo el reino de punta a punta, majestad —dijo—. He solicitado ayuda a brujas y hechiceros. Pero todo fue inútil. Al fin, estaba tan agotado que me tumbé a dormir en una ladera. Cuando me desperté vi el resplandor de -un fuego a través de los
árboles, y al acercarme sigilosamente, vi a un hombrecillo la
mar de raro
bailando en torno a una
hoguera. Recitaba sin cesar: