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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Maceta azul
Foto enviada por Qnk

Y propinó al suelo una patada tan violenta, que se hundió en él y desapareció para siempre. El príncipe, el hijito de la reina, jamás tendría que marchar de palacio.
— ¡Tramposa, más que tramposa! —exclamó—. ¡Eso no vale!
El extraño enano lanzó un agudo chillido y pateó, el suelo lleno de rabia.
—No me rindo. Te llamas… ¡Rumpelstiltskin!
— ¡No, no, no! ¡Ríndete de una vez!
—Te llamas Mateo, o no; Marcos, o no; perdón: Lucas. ¿No? Entonces te llamas Guillermo o Pedro o Nicolás o Felipe.
—Anda, anda, a ver si aciertas —se mofó de la reina—. A ver si adivinas mi nombre.
Cuando al día siguiente se presentó el hombrecillo, llevaba un cesto para meter en él al príncipe.
La reina no cabía en sí de gozo. Le entregó al mensajero un anillo de oro que se quitó del dedo y le dio las gracias.
¡Mi nombre es muy raro: Rumpelstiltskin!
Esta apuesta no la voy a perder.
Adivina, adivinanza, majestad; mañana me llevaré a tu hijo.
—He recorrido todo el reino de punta a punta, majestad —dijo—. He solicitado ayuda a brujas y hechiceros. Pero todo fue inútil. Al fin, estaba tan agotado que me tumbé a dormir en una ladera. Cuando me desperté vi el resplandor de -un fuego a través de los árboles, y al acercarme sigilosamente, vi a un hombrecillo la mar de raro bailando en torno a una hoguera. Recitaba sin cesar:
En esto llamaron a la puerta y entró el mensajero, que volvía de la misión que le había encomendado la reina.
La reina estaba desesperada. ¿Qué podía hacer?