Al acercarse a la casa, Lily y el canguro vieron junto a ella a un hombre que llevaba una escopeta. El hombre miró de pronto hacia los matorrales y exclamó:
Y el emú se alejó riendo para ir a bailar entre las ovejas y dispersarlas por toda la llanura.
Me voy a beber a la pila de las ovejas. Podríais acompañarme, pero los humanos han echado veneno para que no se acerquen los canguros. Con nosotros no se meten… les gusta demasiado comer nuestros huevos. Sólo nos matan cuando bailamos entre sus ovejas… ¡Qué tendrán las ovejas para que se preocupen tanto por ellas!… ¡Fijaos en ese rebaño! ¡Apenas puedo contener las ganas que siento de bailar!
Por la mañana, Lily y el canguro, conducidos por el aguzanieves, llegaron a un descampado y se encontraron con un emú. Era un signo evidente de que los humanos no andaban lejos, pues a los emúes les encanta vivir cerca de los rebaños de ovejas. La enorme ave dijo:
Cuando te vayas será como volver a perder a mi hijito.
Lily y el canguro se quedaron charlando hasta bien entrada la noche. El simpático animal dijo:
Ahora se ha hecho tarde, pero mañana cruzaremos esa hilera de robles y llegarás a tu casa.
- ¡Vaya jaleo se ha armado contigo! ¡Hay un montón de humanos que te andan buscando! Y están tan tristes y desfallecidos…
No tardaron en oír el “cliqui-ti-clac, cliqui-ti-clac” de la canción del aguzanieves. Este dijo:
- ¡Lily, Lily! ¡He encontrado al aguzanieves! ¡El conoce el camino de regreso a tu casa!
Y metiendo a Lily dentro de su bolsa, saltó hábilmente sobre el juez y se la llevó lejos.
En aquel momento apareció en el claro del bosque el canguro, dando grandes saltos y jadeando de emoción:
El juicio acabó en medio de un gran alboroto.
- ¡Yo me rindo! -dijo el pelícano.
-Sí -contestó el pájaro charlatán con una risita.
- ¿Pero es posible que el canguro haya perdonado a los cazadores?