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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Los copos de nieve
Foto enviada por cuenka

Julia falleció muy poco tiempo después. Tenía 53 años. Acerca de las causas de su muerte hay dos teorías: la primera es que el vengativo Tiberio la hizo morir de hambre, y la segunda que la propia Julia se dejó morir al recibir la noticia de que su hijo Agripa Póstumo había sido asesinado.
Cuando Tiberio se convirtió en emperador, las condiciones de Julia empeoraron: suprimió su pensión y ordenó que permaneciera confinada en una habitación, privada de toda compañía humana.
La mala reputación de Julia no impidió que fuera popular entre el pueblo de Roma, que la consideraban una mujer de buen corazón, alejada de todo ánimo de venganza o rencor. Su duro destierro no resultaba una decisión popular, y comenzaba a causar algún revuelo, por lo que al cabo de cinco años Augusto suavizó las condiciones. Julia pudo abandonar la isla y establecerse en Calabria, en el sur de Italia, en una residencia mucho más lujosa, aunque nunca obtuvo el perdón de Augusto. Él dejó instrucciones ... (ver texto completo)
Cuando saltó la noticia del adulterio, Augusto, que había tomado a sus nietos bajo su protección, desterró a su hija a la minúscula isla de Pandataria. Allí permanecería bajo las más duras condiciones y con la única compañía de su madre, que solicita y obtiene permiso para compartir el destino de su hija. Se trataba de un islote sin vegetación, azotado por los vientos y con tan solo una villa fortificada carente de comodidades. No había ningún hombre en los alrededores, excepto los soldados que debían vigilarla, y ni siquiera se le permitía beber vino. No disponía de muebles o ropa elegante, y la comida quedaba reducida a lo más frugal: pan, queso y fruta. No podía recibir visitas a menos que su padre fuera consultado antes. Un hombre que quisiera verla tenía que dar primero su descripción de un modo lo más preciso posible, incluyendo cualquier tipo de marca en la piel. El motivo de estas descripciones no era solo impedir el acceso de cualquiera que fuera no solo políticamente peligroso, sino también evitar que pudiera visitarla un hombre que le resultara atractivo. ... (ver texto completo)
Varios de los amantes de Julia fueron desterrados, y Julo Antonio fue obligado a suicidarse. A ello podría haberse sumado un problema de fondo más grave que el estrictamente moral: se cree que había un complot para apartar a Tiberio y sustituirlo por Julo Antonio.
Julia fue acusada de adulterio y traición, y el emperador envió una carta a Tiberio, por entonces en Rodas, declarando nula su unión. Augusto había promulgado leyes castigando el adulterio, por lo que no podía pasar por alto que su propia hija infringiera las normas que él trataba de imponer. No quería que el pueblo pensara que era un hipócrita con dos varas de medir.
Fue por la época de su tercer matrimonio cuando Augusto no pudo seguir cerrando los ojos a los desmanes de su hija, demasiado públicos para entonces. Una fiesta nocturna que comenzó en casa de Julia derivó en orgía por las calles de Roma. Ella se aproximó a la estatua de Marsias, símbolo de la libertad, y, alzada sobre los hombros de su amante Julo Antonio —hijo de Marco Antonio y Fulvia—, depositó una corona de flores sobre la cabeza de la diosa, reivindicando así su propia libertad.
Agripa murió en el año 12 a. C., y Julia aún contraería un tercer matrimonio: Tiberio tuvo que divorciarse de su amada esposa, Vipsania, para casarse con ella a disgusto. Vipsania esperaba por entonces su segundo hijo. Julia solo tendría un hijo de Tiberio, un niño que falleció durante la infancia. Suetonio afirma que él desaprobaba el carácter de su esposa, mientras que Tácito dice que Julia despreciaba a su marido por considerarlo por debajo de ella.
Las canas comenzaron a aparecer prematuramente en los cabellos de Julia, y ella las arrancaba en secreto, antes de que llegaran a ser perceptibles. Un día llegó su padre por sorpresa cuando la estaban peinando. Augusto se dio cuenta de que las peluqueras le estaban arrancando algunas canas, pero fingió no percatarse y, tras haber conversado sobre varias cosas, le preguntó si cuando fuera mayor preferiría ser canosa o calva. La respuesta no admitía duda: Julia respondió que prefería ser canosa, por supuesto.

—Entonces, ¿por qué permites que tus peluqueras te dejen calva tan rápido? ... (ver texto completo)
En otra ocasión su padre se había quejado de su atuendo poco discreto, y ella tomó en consideración su desagrado y se presentó al día siguiente con otro mucho más modesto, para alegría de él.

— ¡Cuánto más adecuado es este vestido para una hija de Augusto! —exclamó satisfecho.

—En efecto, hoy me he vestido para los ojos de mi padre, ayer para los de mi marido.
Augusto amaba a su hija, y admiraba ese ingenio suyo que la convirtió en protagonista de muchas anécdotas, reales o inspiradas por su fuerte personalidad. El emperador dijo una vez a sus amigos que tenía dos hijas encantadoras a las que tenía que soportar: Roma y Julia. Ella siempre encontraba la réplica adecuada a las regañinas de su padre. Un día acudió a un espectáculo de gladiadores, y mientras Livia se rodeaba de varones notables, en torno a Julia se reunía una caterva de jóvenes lujuriosos. ... (ver texto completo)
Con lo que quería decir, naturalmente, que solo tomaba amantes cuando estaba embarazada de su esposo.
—Es que nunca admito un pasajero hasta que la nave está cargada.
Su padre ignoraba que ella era capaz de armonizar perfectamente el placer con el deber mediante un sistema que confesó con un símil náutico en una ocasión, según le atribuye Macrobio:
Augusto no hubiera imaginado cuán alegre era el comportamiento de Julia en la intimidad. Cierto que a veces le asaltaban sospechas, pero ver el enorme parecido que sus nietos guardaban con Agripa le tranquilizaba. No cabía duda de que eran legítimos.