Esa
noche, Marta volvió a comprobar el acuario. El
agua se había instalado y se veía preciosa y clara, pero no había ni rastro del pequeño caracol. Se tumbó en la cama e hizo algunos ejercicios, estirando sus piernas y los pies apuntando al
cielo. El estiramiento era bueno para los músculos y cuando Marta terminó, se arrodilló a mirar otra vez el acuario, pero seguía sin haber rastro del caracol.