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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Los adoquines de la calle
Foto enviada por cuenka

Dos Ojitos, al ver el arrepentimiento de sus hermanas, las perdonó y las acogió en el castillo, donde todos vivieron felices y en plena armonía.
Dos Ojitos vivía feliz y en paz hasta que llegaron cierto día al castillo dos pobres mujeres pidiendo limosna. Dos Ojitos las reconoció al instante: eran sus hermanas, las cuales, a la muerte de su madre, habían caído en tal estado de miseria que tuvieron que pedir la caridad por todo el reino.
Al poco tiempo, como el joven caballero se había prendado de ella, se casaron y, para celebrar el feliz acontecimiento, se organizaron grandes y alegres festejos.
El caballero subío a Dos Ojitos a la grupa del su corcel, y sin despedirse ni de su madre, ni de sus hermanas la llevó al castillo de su padre, el rey. Éste dio órdenes para que vistieran a la joven con regios vestidos y le dieran toda la comida y bebida que quisiera.
- ¡Oh! – respondió Dos Ojitos-. Padezco de hambre y de sed, de pena y de ansiedad desde que nace el día hasta que muere el sol. Lo que más te agradecería es que me libraras de esta terrible situación. Sólo así podría ser feliz.
-Muchas gracias – dijo el hombre-. Dime qué es lo que quieres a cambio.
Entonces, Dos Ojitos se ofreció a complacer al caballero y, en efecto, sacó una ramita cargada con frutos de oro.
- ¡Esto sí es estupendo! – comentó el caballero-. El árbol os pertenece y no podéis tomar nada de él.
Un Ojito y Tres Ojitos, por más que se esforzaron, no pudieron atender la petición del caballero porque las ramas se les escapaban de las manos.
- ¿A quén pertenece este árbol tan precioso? Daría cuanto me pidieran por una ramita – dijo.
Cierto día, se acercó a la casa un caballero montado en brioso caballo blanco que se detuvo a admirar el árbol maravilloso.
Insistió tanto que no tuvieron más remedio que dejarla subir. Entonces vieron con sorpresa que las manzanas se dejaron caer por sí solas en manos de Dos Ojitos, y a los pocos instantes ésta tuvo su delantal lleno de frutos.
– Si me dejáis probar a mí, quizá lo consiga.
Entonces, Dos Ojitos dijo tímidamente:
La madre le dijo a Un Ojito que subiese al árbol y se apoderase de algunos frutos; pero la rama se le escapó de las manos y se disparó como una fecha. Lo intentó también Tres Ojitos y a esta le sucedió lo mismo.