Cuando mamá pata llegó a su casa con la medalla de oro, sus hijitos ayudados por dos ratoncillos amigos suyos, le prepararon un gran pastel, y era tan bonito que todo el parecía decir <<COMEME>>.
FIN
Los patitos, claro, brincaban de alegría.
Mamá pata –decía el presentador del programa –sido nombrada <<Madre admirable del año>>de patolandia…
Una tarde, mamá pata dio a sus patitos una enorme sorpresa al salir por la tele. platos que les cocinaba mamá pata.
Cuando regresaban, los patitos esperaban alrededor de la mesa los ricos platos que les cocinaba mamá pata.
En el mango de la sombrilla llevaba siempre al señor cien pies como vigilante, que es muy amigo de la familia, y la avisaba si alguno de sus patitos haciendo alguna travesura se despistaba y se perdía por el camino.
Después del baño, mamá pata sacaba a pasear a sus patitos por el pueblo.
El que peor llevaba lo del baño era el más pequeño y revoltoso.
Después de asear la casa y ordenar su hermoso jardín, mamá pata se dedicaba al aseo de sus cinco patitos en una bañera con agua y jabón.
También tenía un hermoso jardín, con flores de todos los colores y el césped más verde y más cuidado jamás visto.
Mamá pata
Nuestra mamá pata había conseguido que su casita fuera la más bonita y aseada de todo el pueblo de los patos.
Las gallinas cloquearon alegremente, las vacas mugieron satisfechas, los caballos relincharon y Bonifacia, la jefa musical de las gallinas, tocó su flautín entusiasmada.
—Pero si esto es estupendo —dijo don Cascarrabias, sonriendo por primera vez al ver cinco huevos frescos—. Te devuelvo tu puesto de jefa de las gallinas. De ahora en adelante puedes seguir tocando tu flautín para que las gallinas pongan huevos. ¡Tendréis música mientras trabajáis y raciones dobles de desayuno!
Quiquiriquí salió huyendo de la granja y todos los animales rompieron a reír de gozo. Entonces la pequeña Bonifacia salió de detrás del gallinero y se puso a tocar su flautín, y en el acto todas las gallinas se metieron en sus nidales y empezaron a poner huevos.
Antes de que las gallinas tuvieran tiempo de meterse en los nidales, entró en el gallinero don Cascarrabias.
—Bien, veamos esos huevos.
Lo siguiente que oyeron todos fue un potente alarido.
— ¡Has querido engañarme, Quiquiriquí! Estos huevos son de gorrión, no de gallina. Vete de mi granja inmediatamente. ¡Cómo te atreves a burlarte de mí!