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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Está buscando a sus amigas
Foto enviada por Qnk

—Por supuesto -dijo el gorrión, y le entregó cuatro diminutos huevos. Sin ser vistos, retiraron entre ambos los huevos de pata y colocaron en su lugar los huevos de gorrión. Después durmieron hasta el amanecer, cuando toda la granja se despertó con el ufano cacareo de Quiquiriquí:

—A levantarse todo el mundo. Esta mañana vendrá don Cascarrabias en persona a inspeccionar los huevos.
Cuando Quiquiriquí se acostó, Bonifacia fue a ver a su amigo el viejo gorrión.
— ¿Puedes prestarme cuatro huevos de gorrión muy pequeños por esta noche? Mañana por la mañana te los devolveré.
Dijo Quiquiriquí - don Cascarrabias que por fin las gallinas habían comenzado a poner huevos.

—Bien —dijo don Cascarrabias-. Mañana temprano inspeccionaré los nidos. Si hay suficientes huevos, conservarás tu empleo.
Aquella tarde, Bonifacia siguió a Quiquiriquí cuando éste se dirigió al estanque y robó todos los huevos de pata que encontró. Con mucho sigilo, los depositó en los nidales mientras dormían las gallinas.
Quiquiriquí estaba muy cariacontecido.

—Déme otra oportunidad, señor —rogó—. Le prometo que mañana temprano pondrán huevos. ¡Por favor!
Entonces, una mañana, Bonifacia oyó a don Cascarrabias gritarle a Quiquiriquí:

—Como no obtengas un huevo muy pronto, tendrás que irte. Buscaré a otro gallo para que se ocupe de las gallinas.
Bonifacia se puso a pensar en algún medio para ayudar a las gallinas y le pidió consejo al buho Oliverio.

—No digas nada y vigila —dijo éste.
Todas se pusieron en marcha, excepto Beatriz, que se quedó comiendo maíz de un gran saco.

Cuando Quiquiriquí entró más tarde en los nidales, no había un solo huevo. ¡Las gallinas estaban tan asustadas que no podían poner huevos!
Cuando regresó a los diez minutos, no halló ningún huevo.

—Todo el mundo al corral, haremos otra larga marcha, esta vez subiremos a la cima de la colina y volveremos a bajar.
A la mañana siguiente, al despuntar el día, las gallinas se despertaron al oír a Quiquiriquí cacareando a voz en grito: — ¿Cuántos huevos habéis puesto esta mañana? Nadie desayunará hasta no haber puesto por lo menos un huevo.
Tú no te muevas, querida —dijo—. Eres demasiado bonita para cansarte caminando arriba y abajo.
Las demás gallinas marchaban detrás de Quiquiriquí. "Izquierda, derecha, izquierda, derecha, media vuelta, izquierda, derecha", gritaba. Ninguna de las gallinas tenía costumbre de desfilar a paso de marcha. Filomena se torció la pata, Enriqueta se metió en el establo por error, y la pobre tía Copete se sentó a descansar entre las coles y se quedó dormida como un tronco.
Luego las obligó a todas a desfilar por el corral hasta quedar extenuadas. Es decir, a todas menos a Beatriz, pues Quiquiriquí se había encaprichado de ella.
A continuación estuvo de lo más grosero con la pobre tía Copete:

—Deja de sonreír, estúpida, o te sacudiré con mi bastón.
Luego le tocó el turno a Filomena: —Mañana, a primera hora, debes pulir tus uñas. Son una vergüenza.
—Hoy no has aseado tus plumas. Están que dan asco.