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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Bajo la higuera
Foto enviada por cuenka

“ ¡Nadie es tan listo como yo!” – gritó el diablo furioso al enterarse, y sin dudarlo, se puso en marcha hasta la granja del jovenzuelo para jugarle una mala pasada y demostrar que en realidad, nadie era tan espabilado como él.
Hace mucho tiempo en una pequeña granja, existió un jovenzuelo enérgico y avispado que cada mañana se levantaba bien temprano a trabajar la tierra. Por las noches, el muchacho gustaba de leer y aprender cada vez más, y llegó a ser tan inteligente, que muy pronto cobró fama en todo el pueblo, y más tarde en todo el reino, y al final fue tanta su suerte, que la noticia llegó a los oídos del diablo.
El campesino y el diablo

¿Te sabes la historia del joven campesino que logró engañar al diablo? Pues ahora te la contaré.
El gigante, mientras escuchaba aquella melodia, fue cayendo en el sueño poco a poco. Apenas le vio asi Periquin, cogio el arpa y echo a correr. Pero el arpa estaba encantada y, al ser tomada por Periquin, empezo a gritar: -Eh, señor amo, despierte usted, que me roban! Despertose sobresaltado el gigante y empezaron a llegar de nuevo desde la calle los gritos acusadores: -Señor amo, que me roban! Viendo lo que ocurria, el gigante salio en persecucion de Periquin.
Se cogio Periquin por tercera vez a las ramas de la planta, y fue escalandolas hasta llegar a la cima. Entonces vio al ogro guardar en un cajon una cajita que, cada vez que se levantaba la tapa, dejaba caer una moneda de oro. Cuando el gigante salio de la estancia, cogio el niño la cajita prodigiosa y se la guardo. Desde su escondite vio Periquin que el gigante se tumbaba en un sofa, y un arpa, oh maravilla!, tocaba sola, sin que mano alguna pulsara sus cuerdas, una delicada musica.
Estábamos a salvo. Un poco magullados, pero vivos. Salimos corriendo, trepamos la reja del portón y llegamos a la calle. Cuando miramos hacía atrás. El interno 66 de la línea 106 estaba estacionado en el lugar de siempre. Fin
Con el Facha nos arrastramos hacia la puerta delantera y esperamos. Nuevamente Carlos estiró el brazo en un nuevo intento por detener la alocada marcha. El chofer frenó y abrió la puerta delantera. Ahí nos abalanzamos y nos arrojamos rápidamente.
Carlos seguía tramando la manera de detener al colectivo. Entonces, se paró a un costado y estiró el brazo. El chofer detuvo su marcha y abrió la puerta delantera para permitir su ingreso. Pero Carlos no subió. El chofer, entonces, volvió a acelerar en loca carrera.
Pensé que jamás podríamos abandonar esa máquina siniestra ya que el timbre no volvió a sonar.
La noche se acercaba. Mientras tanto, Carlos Y Tavo arrastraron un par de cubiertas para depositarlas en medio de esa pista macabra con la intención de detener al interno 66. Pero el fantasma maniobró esquivando el obstáculo con destreza mientras lanzaba una carcajada que resonó como un tambor.
Carlos y Tavo que estaban a salvo, nos miraban espantados desde el playón. Y nosotros continuamos nuestro viaje estirados en el piso junto a la puerta trasera, entre las carcajadas de los espectros que nos acompañaban, con la esperanza de que alguno tocara el ansiado timbre.
Carlos ya estaba con Tavo junto a la puerta. El colectivo redujo la velocidad, frenó y la puerta se abrió. Carlos y Tavo se arrojaron del colectivo. El Facha y yo no llegamos a tiempo ya que la puerta volvió a cerrarse en segundos.
Carlos comenzó a arrastrarse por el piso mientras se sujetaba de los asientos y tomando a Tavo del brazo lo obligó a tirarse al piso hacia la puerta trasera. De repente, escuchamos nuevamente el timbre de la puerta trasera, era nuestra oportunidad de escapar.
La velocidad impedía que pudiéramos pararnos.
Los cuatro, impávidos sin saber que hacer, veíamos caer la tarde en nuestro viaje misterioso a ninguna parte.