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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Bajo la higuera
Foto enviada por cuenka

El Facha, le dijo -Es temprano todavía. - ¡Vamos a ver! y salió corriendo hacía el sitio señalado, seguido a corta distancia por Carlos que estaba a sus anchas.
-Atrás del 88. Vi algo que se movió. Me quiero ir.
Carlos preguntó: - ¿Por dónde?
Un grito nos sobresaltó. Salimos disparados a la carrera. Era Tavo. -Algo se movió allá atrás. ¡Vayámonos!. Dijo asustado.
En el interior, encontramos entre los hierros retorcidos de los asientos desencajados, un chupete, un zapato, anteojos rotos, un diario, otro zapato de mujer. Había vidrios del tamaño de la sal gruesa desparramados en el interior. Un escarpín de bebé colgaba del espejo retrovisor del conductor. Pensé que posiblemente eran las pertenencias perdidas de los pasajeros.
Una niebla espesa comenzó a descender. ¡Qué humedad!, pensé.
El interno 24 estaba medio inclinado, pero igual entramos a mirar. Todos menos Tavo, que se quedó petrificado en medio del playón.
Nos llamó la atención el interno 24 de la línea 106. Todo el frente y el lateral derecho destrozado. ¿Qué habría pasado? No quedaba una ventanilla sana de ese lado y los asientos, tapizados en cuerina negra, estaban destrozados. El accidente debió ser terrible.
Ya estábamos todos adentro. Era un paraíso. Colectivos de todos los colores y de todas las líneas, acarreando tremendos choques. Algunos hacía rato que estaban allí, por el óxido de los hierros. Otros parecían más recientes. Había varios incendiados.
Carlos enojado le gritó- ¡O te callas o te vas!
Carlos ya estaba montado en lo alto de la reja y nos daba una mano para ayudarnos a treparla. Tavo, como siempre, fue el último. Enganchó la pierna en el travesaño y mientras trepaba repetía: -Nos van a agarrar, va a venir la policía, nos van a dar una flor de paliza.
Yo miré el reloj y vi que todavía era temprano. ¡Total! ¿Cuanto tiempo tardaríamos en dar una vuelta?, con una hora alcanza y sobra, pensé.
¡Si! ¡Dale, entremos! Se entusiasmó el Facha.
No, mejor nos vamos, dijo Tavo con esos ojos de cordero miedoso.
Carlos, vio al instante una oportunidad.- ¿Y si entramos? Nos preguntó entusiasmado.