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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Adelfas rojas
Foto enviada por cuenka

Cuando ya casi había terminado de recoger repollos, apareció la Maga Violenta:
- ¡Robando mis hortalizas! ¡Esto te va a costar caro! ¿No sabes que puedo castigarte de una manera terrible?
- ¡Oh, señora Maga, tenga usted piedad!
Y el buen hombre le contó que su mujer esperaba un hijo y que había tenido el antojo de cenar repollos en ensalada. La Maga escuchó atentamente lo que el hombre le decía y luego contestó:
- ¡Pero no puedo entrar en el jardín de la Maga Violenta! ¡Se pondría furiosa contra mí!
- ¡Tú verás lo que haces! ¡Yo me moriré si no puedo comer una ensalada de repollos!
El pobre marido se quedó preocupadísimo. Y como quería mucho a su mujer y estaba muy ilusionado con la llegada del hijo que esperaban, se arriesgó a entrar en el jardín de la Maga.
En el jardín de nuestra vecina hay unos repollos hermosísimos. Si no puedo cenar una ensalada hecha con esas plantas me moriré.
La mujer solía asomarse a la ventana y mirar hacia el jardín de la Maga Violenta. Y un día, vio un hermoso plantel de repollos y se le antojó comer una ensalada.
Le dijo a su marido:
RAPUNZEL
Había una vez un matrimonio que vivía junto a la casa de la Maga Violenta. La mujer estaba esperando un niño. Ella y su marido estaban muy contentos al pensar en el hijo que iban a tener.
Eliminado el origen del mal del reino, Ferrandino saldó cuentas con aquellos que habían obrado bondadosamente en pos de su familia. Y así fue como se preocupó de que las tres hijas de los ancianos concertasen matrimonios de bien. Nupcias tales como la suya con Biancabella, pues ambos vivieron felices, y, después de ellos, también pudieron hacerlo sus hijos.
Samaritana, en voz alta pero evadiendo lo esencial, cuestionó cuál sería el castigo más apropiado para los ejecutores de las maldades de aquella historia. La madrastra, sabiéndose aludida pero tratando de escurrir el bulto, declaró que no habría correctivo más purificador que el de arrojar a la culpable a un horno al rojo vivo. Pero Samaritana lo sabía todo, y le contó al Rey Ferrandino la verdad: que su madrastra era la malvada de todo el relato que acabábamos de escuchar. Ferrandino, sin dudarlo ... (ver texto completo)
Como parte de un instante que se antojaba inevitable, Ferrandino se cruzó con ellas, y éstas le contaron que habían acudido allí para poder vivir, pues habían sido exiliadas de manera forzosa. Sin pensárselo dos veces, el legítimo esposo de Biancabella obró en consecuencia, y convocó a todas las mujeres de la corte, incluida su madrastra, a que acudiesen al castillo. Una vez allí, Samaritana pidió a una cortesana que cantase, de forma anónima, la historia de Biancabella, esto es, sin citar los nombres ... (ver texto completo)
En vez de regresar de inmediato al lugar donde pertenecían, las hermanas volvieron con el matrimonio de ancianos y sus tres hijas, y en buena convivencia un tiempo permanecieron. Transcurrido éste, viajaron al reino no tan lejano de donde venía Ferrandino, y allí Samaritana erigió mágicamente una casa para todos.
Tras pasar un tiempo en su casa, la joven volvió a solicitar que la llevasen donde la habían encontrado, y esta vez todos accedieron de buen gusto. Una vez allí, Biancabella se desgañitó clamando por Samaritana, quien no aparecía ni a la de una, ni a la de dos, ni a la de tres. Tal fue la desesperación de Biancabella que pensó en el suicidio como vía de escape, y así hubiese procedido de no ser porque Samaritana irrumpió para salvarla. Fue entonces cuando Biancabella hubo de rogar el perdón de su ... (ver texto completo)
Biancabella, sin ojos ni manos, volvió a pedir ayuda a Samaritana, otra vez sin respuesta. Tuvo suerte de toparse con un anciano bondadoso, quien la quiso llevar de vuelta a casa a pesar de las reprimendas de su esposa, la cual al ver el estado de Biancabella daba por sentado que era una criminal que había sido apropiadamente castigada. Biancabella solicitó a una de las hijas de este vetusto matrimonio que le peinase la cabellera, hecho que la anciana reprobó porque, como bien decía, su hija no era ... (ver texto completo)
Pasó el tiempo y Ferrandino hubo de partir a la guerra. Con él lejos, la madrastra llevó adelante su plan y ordenó a sus sirvientes secuestrar y acabar con la vida de Biancabella, portándole una prueba de su muerte. Los sirvientes la raptaron y, aunque no la asesinaron, le sacaron sus ojos y le sajaron las manos. De esta manera podrían engañar a la madrastra sin haber acabado con la vida de aquella joven tan adorable. La madrastra, pensando que su treta había salido como imaginaba, siguió adelante ... (ver texto completo)
Tras la boda, Biancabella buscó y llamó a Samaritana, su serpiente hermana, pero ésta no apareció. La recién casada se apenó porque pensó que había desobedecido a Samaritana, y triste buscó cobijo en su esposo. Por otro lado, la madrastra de Ferrandino, quien siempre había conspirado para casarlo con una de sus horrendas hijas, montó en cólera tras el casamiento.
Estos acontecimientos hicieron de Biancabella una joven todavía más atractiva, y los pretendientes se multiplicaron. Tras unas consultas y acercamientos, el padre de Biancabella, marqués, accedió al matrimonio de su hija con Ferrandino, monarca de un reino no muy lejano. La ceremonia se celebró por todo lo alto, con todos los agasajos y el lustro que el momento merecía.
Biancabella se angustió y, de vuelta a su palacio, su madre sintió la pesadumbre en ella, y le preguntó. Sin responder, Biancabella pidió los dos cubos y, cuando se los hubieron llenado, los llevó al jardín. La serpiente le instó a bañarse dentro de ellos. A pesar de lo hermosa que Biancabella ya era, el baño le hizo más bella. Y, cuando su cabello fue peinado, de él se desprendieron joyas; y, cuando sus manos fueron lavadas, de ellas se derramaron flores.