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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Ramillete azul de flores
Foto enviada por cuenka

Ahorcad a esos dos cazadores y que el tercero tome por esposa a la más joven de las princesas!
Luego se escondió detrás de la puerta y se quedó escuchando mientras ellas le contaban todo a la estufa apagada. Cuando las princesas dijeron que los hermanos mayores habían cortado la cuerda para que la cesta se chocara contra el fondo del pozo, salió de su escondite y ordenó:
– Si no queréis decírmelo a mí, decírselo a menos a la estufa.
Entonces el padre respondió:
– No podemos decírselo a nadie, lo hemos jurado-dijeron ellas.
Pero el hermano pequeño sí que contó toda la historia y mostró como prueba los tres collares, así que el rey preguntó a sus hijas si estaba diciendo la verdad.
Allí estaban sus hermanos, vestidos con gran pompa, a punto de casarse con dos de las princesas. La más pequeña les sujetaba la cola del vestido. Los cazadores las habían amenazado con matarlas a las tres si no decían que las habían liberado ellos, así que las pobrecillas habían jurado que nunca jamás contarían lo que había sucedido realmente.
– Llevadme inmediatamente al palacio real!-dijo el cazador, y un instante después estaba en el salón del trono.
- ¿Qué quieres?- preguntaron-. ¡Estamos a tus ordenes!
Fue suficiente una sola nota para que la habitación se llenara de gnomos. Había miles y miles, y seguían llegando más.
Vencido por la curiosidad, el muchacho sopló dentro como si fuera un silbato.
A pesar de que registró todo bien, no encontró nada. Al final, desesperado, se sentó con la cabeza entre las manos. Entonces vio en el suelo una flauta de sauce tan pequeña que no parecía hecha para un hombre.
“ ¡Mira cómo habría terminado si no hubiera hecho caso al hombrecillo!”, pensó el hermano menor, y empezó a rebuscar en las tres habitaciones para hallar un modo de salir de allí.
Ahora sólo quedaba salir del pozo, así que las tres princesas se metieron una por una en la cesta y las subieron. Pero cuando llegó su turno, el cazador recordó que el gnomo le había dicho que tuviera cuidado, así que en vez de meterse en la cesta, metió un pesado predusco. E hizo, bien, porque a mitad de camino los hermanos cortaron la cuerda y la piedra se rompió en pedazos al chocar contra el fondo del pozo.
Después abrió la última puerta y encontró un dragón de tres cabezas y una princesa que le estaba despiojando. En cuanto las cabezas rodaron, le regaló un collar de oro blanco que valía tres reinos.