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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Ramillete azul de flores
Foto enviada por cuenka

De hecho, en la habitación había otra puerta, y detrás de ésta un dragón durmiendo, con sus siete cabezas posadas sobre las rodillas de una princesa que le estaba despiojando. El cazador también las cortó y como recompensa recibió un collar de oro amarillo que valía site reinos.
– Ahora teines que liberar a mis hermanas.
El joven cazador entró de puntillas y con su cuchillo cortó las cabezas de un tajo, haciéndolas rodar por el suelo. Entonces la princesa le abrazó y le besó, y luego le regaló su collar de oro rojo, que valía nueve reinos, diciendo:
Entonces el hermano menor bajó y encontró uan puerta cerrada de la que procedía un gran ruido, como si hubiera alguien roncando. Echó una ojeada por el agujero de la cerradura y vio un dragón profundamente dormido con sus nueve cabezas posadas sobre las rodillas de una princesa que le estaba despiojando.
Tu tienes que bajar primero ya que eres el que menos pesa.
Cuando volvieron los dos hermanos mayores convencidos de que lo iban a encontrar hecho polvo y lleno de moratones, el joven les contó qué había sucedido y fueron corriendo a recoger todo lo que había falta para bajar al pozo. Luego dijeron:
-Pero ten cuidado, por que tus hermanos no te quieren e intentarán gastarte alguna broma pesada- dijo el hombrecillo, y desapareció girando sobre sí mismo como una peonza.
- ¡Ahora sí que empezamos a entendernos!- dijo el hermano menor; y el gnomo le enseñó un pozo muy profundo en el patio del castillo. Las princesas estaban precisamente en el fondo y para encontrarlas, había que bajar en una cesta atada a una cuerda llevando consigo un buen cuchillo.
- ¡Basta, basta! ¡Déjame y te diré donde están las princesas!
Entonces el gnómo empezó a chillar:
El hombrecillo se enfadó muchísimo y empezó a armar barullo, así que el muchacho le agarró de los pelos y le dio tantos golpes como habían recibido sus dos hermanos juntos.
Sin embargo, el hermano menor era diferente de los otros dos, y cuando el gnomo le pidío que le recogiera el pan, le respondió que no. ¡Aquel tipo tan feo no le gustaba nada y no tenía ganas de hacerle ningún favor.!
Pero el hermano mediano tampoco contó nada, Ahora le tocaba al más pequeño y quería ver cómo le iban las cosas.
Al día siguiente se quedó en casa el hermano mediano y las cosas sucedieron del mismo modo: el gnomo le pidío un trozo de pan, lo tiró al suelo y después, cuando el muchacho se agachó, le dio tantos golpes que perdió el conocimiento.
Cuando los hermanos volvieron, el joven no dijo nada: ¡se avergonzaba de que hubiera podido con él un hombre muchísimo más bajito! Y además quería ver cómo se las arreglarían los otros cuando el hombrecillo regresara.