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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Ramillete azul de flores
Foto enviada por cuenka

Tu eres muy bella, Florecilla le dijo el payasito. Lo único que necesitas es que cuiden y yo te cuidaré.

Así lo hizo el payasito Elarhú, cada mitad de semana iba a verla a Florecilla Silvestre, frotaba su naricita en sus pétalos, la regaba con sumo cuidado y no permitía que crezcan hierbas a su alrededor. Florecilla le agradecía envolviéndolo con su fragancioso aroma, lo cual halagaba mucho a Elarhú.
Qué tiempo haría que a Florecilla Silvestre nadie la regaba! que de inmediato absorbió todo el agua y se puso muy pero muy bonita.

- ¡Que bella estás Florecilla Silvestre! le dijo el payasito Elarhú, tus pétalos están sonrosados y brilantes.

- ¡Mírate! dijo Elarhú a Florecilla Silvestre al verse tan linda exclamó:

-Gracias por ponerme bonita Elarhú.
Florecilla al verlo se alegró mucho. El payasito Elarhú para expresarle su cariño, frotó su naricita en los pétalos de Florecilla Silvestre y esta vez la regó con mucho cuidado.
- ¡Florecilla Silvestre!, ¡Florecilla Silvestre! gritaba el payasito conforme se iba acercando a ella.
Vendré a verte a mitad de semana y traeré abundante agua para regarte.

Así lo hizo Elarhú, el día miércoles estaba ya de regreso.
Necesitas que te cuiden! dijo Elarhú a Florecilla Silvestre. Luego agregó: -No te prometo nada, tengo tanto trabajo en el circo, pero tu necesitas que te cuiden.
Muy preocupado al ver que florecilla no se reanimaba, pensó ¿qué podría hacer? En eso, el payasito Elarhú, recordó como hacía reir a las personas que asistían al circo y le ofreció a Florecilla todo un espectáculo. Florecilla Silvestre (como la bautizó Elarhú) pore ese gesto que tuvo el payasito le obsequió una linda sonrisa y una mirada muy tierna.
Que torpe soy! se dijo Elarhú.

Debí quitar más hierbas, tener más paciencia y realmente regarla. No debí vaciar el agua de un sopetón, ¡Qué pena! ya no me queda ni una gota.
algo más. Ya sé, se dijo Elarhú, le daré mi aliento y empezó a soplarle despacito y con mucha suavidad, pero Florecilla seguía desvanecida.

¡Necesita agua! pensó Elarhú tenía con é una cantimplora, no lo dudó un instante y la regó. Pero, ¿que pasó?, el agua no llego a Florecilla.
las hierbas más próximas de aquella flor en su deseo de reanimala. Pero eso no bastaba, Florecilla necesitaba
Qúe linda es! se dijo, hay tantas hierbas a su alrededor que no le dejan lucir su belleza y hasta está desvanecida. Y ¡claro! como no va a estar así, si estas hierbas la están asfixiando.
Era sabado cuando Elarhú al sentirse solo, triste y aburrido, empezó a andar sin rumbo alguno. De pronto se encontró en el campo y ¿oh sorpresa!, en medio de tanta hierba vió que asomaban los pétalos muy blancos de una flor.
Florecilla Silvestre

El payasito Elarhú, una tarde mientras se daba el espectaculo del circo recordó a Florecilla Silvestre, aquella flor que por su blancura, una mañana de abril le había deslumbrado
– ¡Papá, papá! – exclamó la princesita, que se acercaba corriendo a besar a su padre.

– ¡No, hijita! ¡No te acuerdes a mí!

Pero ya era tarde…

En el mismo momento en que le dio un beso la niña se convirtió en una estatua de oro purísimo.

De rodillas en su suelo de oro y llorando a lágrima viva, el rey, tremendamente arrepentido, llamó al mago.
... (ver texto completo)
Para tu desgracia, desde este momento todo aquello que roce tu cuerpo se convertirá en oro macizo.

Y lanzando una carcajada que ponía los pelos de punta, el mago desapareció como por arte de magia.

En efecto, desde ese momento todo cuanto tocaba el rey se convertía en oro; una puerta, una silla, la mesa del comedor, el vaso de agua, un pollo asado…

¡No podía beber!

¡No podía comer!