ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Vendedor de periódicos
Foto enviada por Qnk

Amadeo siempre fue incauto y majadero, hasta el final.
El león no fue el único que escuchó la llamada del oso. Un gran oso pardo que se sentía muy solo la oyó y apareció por entre los árboles, con su gran corazón pardo lleno de amor.

Pero no encontró a su novia. Allí sólo estaba Amadeo. Sin embargo, sonrió mostrándole todos los dientes, y... ¡se lo comió de un solo bocado!
Entonces, por entre los árboles apareció un gran león hambriento pensando que su pareja le llamaba porque había encontrado algo suculento para comer. Cuando vio al viejo Amadeo, sonrió mostrándole todos los dientes.

Veloz como el rayo Amadeo tocó la flauta para imitar el sonido del oso pardo. El león se asustó tanto que huyó a través del bosque, como si lo persiguiera un verdadero oso pardo.
El ciervo no fue el único animal que oyó la llamada de su flauta. Un gran gato montés se acercó por entre los árboles, relamiéndose al pensar en el ciervo que se comería para cenar. Y al ver al viejo Amadeo se alegró todavía más; le mostró todos los dientes con su amplia sonrisa.

La escopeta de Amadeo estaba descargada. Rápido como un rayo, sopló en la flauta, imitando la llamada de un león. El gato montés se asustó tanto que salió corriendo por el bosque, como si le persiguiera un verdadero león.
Amadeo, enfadado, salió del almacén y se marchó a las Montañas Nubladas con comida abundante, su flauta y una escopeta.

Dicen que penetró en un bosque de robles y con la flauta imitó el sonido de un ciervo.

En efecto, un cervatillo rojo lo oyó y salió de entre los árboles. Con mucha calma, Amadeo cargó el arma y apuntó.

¡BANG!, disparó, pero erró el tiro.
- ¿Acaso te has comprado un fusil nuevo, Amadeo? -le preguntó alguien.

-Nooo... -respondió-. Con mi navaja y un pedazo de madera me hice una flauta; eso es todo.

Todos se rieron, imaginándose a Amadeo en las montañas, tocando música para los animales salvajes.

Amadeo miró indignado a su alrededor.

-Cuando soplo en esa flauta, puedo imitar el sonido del animal que quiera: ciervos, leones, osos...
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El error de Amadeo

Amadeo era un majadero.

Amadeo

No le caía bien a nadie.

Un día llegó corriendo al almacén del pueblo, gritando y presumiendo de ser muy listo.
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Yo, por mi parte, buscaré más libros de Éric Faye a partir de ahora.
Veo La intrusa como una pequeña y delicada pieza que parece engendrada por un artesano oriental más que por uno europeo, porque Faye sigue las pautas minimalistas y armónicas que suelen guiar a los creadores del extremo oriente a la hora de generar sus obras. Una novela recomendable

publicada por primera en vez en España por Salamandra y con traducción de José Antonio Soriano Marco.
Y también me ha gustado especialmente que Faye no haya caído en la tentación de ponerse meloso y contarnos de pe a pa la historia de la pobre mujer que tomó caminos equivocados hasta quedarse en la rue. Sin embargo, en la carta que ésta le manda a Kobo en un momento de la historia, relata brevemente su vida y hace una reflexión hermosísima sobre las casas que dejamos de habitar, lugares que, sea como sea, creemos que aún nos pertenecen por el simple hecho de que las ocupamos en algún momento de nuestras ... (ver texto completo)
Dos seres prácticamente aislados y sin vida social y afectiva (por mucho que el hombre tenga trabajo y cierta hermana a la que alude vagamente), que comparten una casa durante un año entero respetándose y temiéndose mutuamente, porque Kobo sí que descubre enseguida que ciertos alimentos y bebidas de su nevera menguan misteriosamente, pero no coge el toro por los cuernos hasta mucho después.
Así, en esta corta novela que recibió el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, Faye, en mi opinión, logra tejer de forma magistral una historia en la que más que sus peculiares acciones y diálogos, destacan por encima de todo sus dos personajes principales, casi únicos: Shimura Kobo, hombre solitario al que le entran y se le acomodan en casa y tarda o quiere tardar bastante en darse cuenta, y la mujer pasivamente desesperada que adquiere los hábitos de un fantasma-parásito con increíble ... (ver texto completo)
Pero tuviera los motivos que tuviera, está claro que la okupa encontró que la casita de aquel pobre tipo de mediana edad, soltero y sin hijos, y con una rutina perfectamente definida, era lo ideal para mantenerla a salvo de la dureza de las calles. Y Éric Faye, con muy buen ojo, vio que ahí había una historia muy interesante para desarrollar, por supuesto, rellenando los huecos originados por la falta de datos precisos con sus propias fantasías, suposiciones y elucubraciones.
El escritor y periodista francés Éric Faye se basó en una noticia publicada en 2008 por varios periódicos nipones para tejer ésta su primera novela (antes había escrito algunos ensayos y una nouvelle). Dicha noticia relataba un suceso de esos que le dejan a uno con la boca abierta: durante un año entero, un tipo japonés había estado "conviviendo" con una intrusa que se le había colado en su casa al verse en la calle, sin dinero y sin nadie a quien acudir. Un tema muy de actualidad en nuestro querido ... (ver texto completo)
Curioso que la traducción al español de turno haya desechado el título original de esta novela francesa, pasando del original Nagasaki a La intrusa. Pensé que esto sólo pasaba con ciertas películas cuyos títulos pueden "confundir" al espectador (lo pongo entre comillas porque cuando lo justifican así, yo no entiendo muy bien a qué se refieren). Pero en fin, vayamos a la novela...