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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

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Foto enviada por cuenka

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Las gentes del pueblo, pensando que se había querido burlar de ellas, le midieron las costillas con palos y varas, y salió tan magullado que todavía hoy lo andan curando.
Así que el viejo, furioso, la emprendió a golpes y patadas con el saco gritándole que cantase, pero sucedió que, al sentir los golpes, el gato y el perro se enfurecieron y empezaron a maullar y ladrar. Cuando el viejo abrió el saco para ver qué era lo que pasaba, el perro y el gato saltaron fuera del saco. El perro le dio tal mordisco en las narices que se las arrancó y el gato le llenó la cara de arañazos.
Y el saco no cantó
- ¡Canta, saco, o te doy un sopapo!
-Canta, saco, o te doy un sopapo.
Mas hete aquí que el saco no cantaba, y el viejo insistió:
-Canta, saco, o te doy un sopapo.
El saco seguía sin cantar y la gente ya empezaba a reírse de él y también a amenazarlo.
Por tercera vez insistió el viejo, que estaba más que escamado y pensaba en el buen escarmiento que le daría a la cojita si ésta no abría la boca:
Al poco rato volvió el viejo, que comió y bebió y después se acostó. Al día siguiente, el viejo se levantó, tomó su limosna y salió camino de otro pueblo.
Cuando llegó, reunió a la gente y anunció como de costumbre que llevaba consigo un saco que cantaba y, lo mismo que otras veces, se formó un corro de gente, recogió algunas monedas y dijo:
Así que oyeron en la casa la voz de la niña, corrieron a llamar a sus hermanas. Cuando éstas llegaron y reconocieron la voz, le dijeron al viejo que ellas le daban posada aquella noche en la casa de sus padres. El viejo, viendo la oportunidad de cenar de balde y dormir en cama, se fue con ellas.
Con que llegó el viejo a la casa y le pusieron la cena, pero no había vino en la casa, así que le dijeron:
-Ahí al lado hay una taberna donde venden buen vino; si usted nos hace el favor, vaya a comprar ... (ver texto completo)
Por un anillo de oro
que en la fuente me dejé
estoy metida en el saco
y en el saco moriré.
-Canta, saco, o te doy un sopapo.
Y la niña cantó:
En esto que el viejo llegó con su carga a una casa donde era conocida la niña, aunque él no lo sabía; y, como de costumbre, posó el saco en el suelo delante de la concurrencia y dijo:
Y el saco que cantaba era la admiración de las gentes, que echaban monedas al viejo y le daban comida.
Cuando yo te diga: “Canta, saco, o te doy un sopapo”, tienes que cantar dentro del saco.
Y ella contestó que bueno, que así lo haría.
Fueron de pueblo en pueblo y allí donde iban el viejo reunía a los vecinos y decía:
-Canta, saco, o te doy un sopapo.
Y la niña cantaba desde el saco:
Con que la cojita se metió en el saco a buscarlo sin sospechar nada y el viejo, que era el hombre del saco, cerró el costal, se lo echó a la espalda con la niña dentro y se marchó camino adelante, pero en vez de ir hacia el pueblo de la niña, tomó otro camino y se marchó a un pueblo distinto. Iba el viejo de lugar en lugar buscándose la vida, así que por el camino le dijo a la niña:
- ¿Ha visto usted por aquí un anillo de oro?
Y le viejo le respondió:
-Sí, en el fondo de este costal está y ahí lo has de encontrar.