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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

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Foto enviada por cuenka

La cojita también huyó con ellas, pero por culpa de su cojera se fue retrasando; todavía corría para alcanzarlas cuando se acordó de que se había dejado el anillo en la fuente. Entonces miró para atrás y, como no veía al hombre del saco, volvió para recuperarlo; buscó la piedra, pero el anillo ya no estaba en ella. Empezó a mirar por aquí y por allá por ver si había caído en alguna parte. Entonces apareció junto a la fuente un viejo que la cojita no había visto nunca antes y al que preguntó:
Y allá se fueron todas. La cojita llevó además un cesto de ropa para lavar; al ponerse a lavar se quitó el anillo y lo dejó en una piedra. En esto que estaban alegremente jugando en torno a la fuente cuando, de pronto, vieron venir al hombre del saco y se dijeron unas a otras:
-Corramos, por Dios, que ahí viene el hombre del saco para llevársenos a todas –y huyeron a todo correr.
Pero la niña insistió tanto que al fin su madre le dijo:
-Bueno, pues anda, vete con ellas.
No, hija mía, no vaya a ser que venga el hombre del saco y, como eres cojita, te alcance y se te lleve.
Entonces la más pequeña de las hermanas, que era cojita, le preguntó a su madre si podía ir a la fuente con las demás; y le dijo la madre:
Era una fuente que quedaba a las afueras del pueblo.
EL HOMBRE DEL SACO

Había un matrimonio que tenía tres hijas y, como las tres eran muy buenas y trabajadoras, les regalaron un anillo de oro a cada una para que lo lucieran como una prenda. Un buen día, las tres hermanas se reunieron con sus amigas y, pensando qué hacer se dijeron unas a otras:
-Pues hoy vamos a ir a la fuente.
Así pues, Pepe se pasó todos los fines de semana y las vacaciones trabajando en los establos de Cañameras. Muchos chicos montaban Tamboril, pero sólo llevaba la brida gitana cuando lo montaba Pepe.
Maite- Ven a verle cuando quieras.
-Se llama Tamboril -explicó
-Lo llevaba a la comisaría cuando nos caímos en la cantera -les contó Pepe.
La policía, y Andrés y Maite Vegas, tras buscar al caballo afanosamente, lo encontraron sano y salvo allí.
Una vez en casa del labrador, Pepe tomó una taza de leche con galletas y Tamboril una deliciosa masa de salvado.
El asombrado caballo no podía comprender qué sucedía. Intentó no perder de vista a su amiguito. ¿Iban a llevárselo a él, abandonando allí a Pepe? Subió y subió, hasta que lo dejaron a buena distancia de la cantera. Pepe no esperó al helicóptero, sino que se apresuró a escalar la cantera para asegurarse de que Tamboril estaba a salvo.
A la media hora vieron un helicóptero sobre sus cabezas. Primero bajaron a un tripulante con unas cuerdas especiales; Pepe le ayudó a sujetar a Tamboril con ellas.