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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

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Foto enviada por cuenka

-Te sacaremos de ahí, ten confianza -gritó el hombre.
Busca a tu amo. ¡Busca, busca! -le suplicó Pepe. En seguida comprendió la tragedia y con ladridos lastimeros llamó al labrador, que se acercó presuroso.
El perro se acercó corriendo.
Comenzaba a hacerse de noche cuando oyó ladrar a un perro y vio en la lejanía a un labrador que, seguramente, era su dueño.
Se equivocaba. Nadie los ayudó. Estuvo allí sentado durante muchas horas, sosteniendo la cabeza del caballito. Pepe gritó y gritó, hasta perder la voz, pero nadie oyó sus llamadas de auxilio.
-Calma, calma, pequeño -susurro-Quédate quieto. Todo va bien. Pronto vendrán a ayudarnos.
Pepe se arrastró por el borde de la cantera hasta poder agarrar la brida de Tamboril.
Pero Tamboril logró llegar a una roca que había en la orilla.
“ ¡Seguro que se ahogará!”, pensó. “ ¡El agua es tan profunda!”
Al otro lado del muro había una cantera inundada. Tamboril se asustó. Al caer, el suelo cedió bajo sus patas y comenzó a resbalar hacia el agua. Pepe pudo saltar, pero Tamboril cayó al agua fangosa con gran estrépito.
- ¡Arriba! -gritó Pepe.
Había un atajo que atravesaba los campos de brezos, en dirección a la comisaría. Tamboril se animó y comenzó a galopar. Pepe pesaba menos que una pluma. Monte arriba, se dirigieron hacia un muro de piedras muy bajo. A Tamboril le encantaba saltar; acortó el paso y se dispuso a pasar sobre el muro.
Tamboril se dio cuenta de que había llegado el momento de marcharse. Se puso en pie, Pepe lo montó y se alejaron del campamento a medio galope. Con el gitanillo montado en su lomo, Tamboril estaba dispuesto a ir a cualquier parte.
- ¡Vaya, te va perfecta! -suspiró-. Pero esta tarde ya no estarás conmigo…
Pepe estaba tan emocionado que no sabía cómo darle las gracias. Salió y le colocó la brida a Tamboril.