Era de tu bisabuelo, de mi padre -le explicó-. Tenía cuarenta caballos, y esta brida era la de su preferido. Cuídala bien, ¿me oyes? Trátala como se merece y te traerá suerte.
Sacó un paquete de un viejo baúl y, desenvolviéndolo lentamente, le mostró la brida más bonita que jamás había visto.
- ¡Pepe! -gritó su abuela desde la puerta del carro-. ¡Ven aquí! Tengo que enseñarte una cosa.
Tras decirle esto, se marchó.
-Si es así, deberías llevarlo a la comisaría. Los policías sabrán qué -Ya puedes olvidarte de eso -le recomendó su padre-. Aquí no hay sitio para caballos.
- ¿Qué hace aquí este caballo? -gritó- Llévatelo en seguida. Sabes muy bien que está prohibido robar caballos.
Mientras lo acariciaba, apareció su padre.
Pepe se sentó junto a Tamboril para ver cómo se recuperaba.
-No tardará mucho en sentirse bien -dijo la vieja gitana.
Le dio un poco al animal, que sintió como un fuego le calentaba las entrañas, y lo hizo acostarse en un montón de trapos, cubriéndolo con mantas viejas.