El lucero del alba se levantó y dijo, mientras le daba una patita de pollo:
Siete Cuervos el sol
Escapó de allí a toda velocidad y se fue a las estrellas, quienes, cariñosas, sentadas en una sillita, la acogieron amablemente.
Y hasta el Sol. El Sol era terrible y ardiente, y se comía a los niños pequeños. Salió corriendo y llegó a la Luna, que era fría, cruel y malvada. Cuando descubrió a la niñas, dijo:
- ¡Huele a carne humana!
Siete Hermanos
Sólo se llevó una sortija de sus padres como recuerdo, una hogaza de pan para matar el hambre, una jarrita de agua para apagar la sed y una sillita para sentarse cuando estuviese cansada. Anduvo mucho, hasta muy lejos, llegó hasta los confines de la Tierra.
No tuvo un momento de reposo ni de tranquilidad hasta que, un buen día, sin decir nada a nadie, se fue por el mundo en busca de sus hermanos, dispuesta a liberarlos.