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Marcando el camino, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

Penélope le quitó el disfraz, sin poder creer lo que veía, y súbitamente un fuerte abrazo unió a marido y mujer, separados desde hacía tantísimos años. Telémaco, con los ojos húmedos de lágrimas, sonreía.
Y, en adelante, Ulises quedó dueño de su reino y su mujer para siempre.
Entre burlas y risas los pretendientes pidieron al mendigo que probara él a disparar también la flecha.
Ulises tomó firmemente el arco, ajusto la cuerda, tiró de ella, apuntó y disparó: ¡la flecha, ante la sorpresa de todos, pasó exactamente por el centro de los anillos!
- ¡Ahora a otro blanco! -gritaron a un tiempo Ulises y Telémaco, y empezaron a disparar contra los pretendientes, que huyeron como ratas, despavoridos.
Le tiraron del pelo, le echaron vino a la cara, y le hacían mil morisquetas ridículas. Ulises los dejó hacer algún tiempo, esperando la mejor oportunidad para castigarlos.
Penélope, que no sabía aún nada del retorno de Ulises disfrazado de mendigo, había preparado una prueba. El triunfador tendría derecho a tomarla por esposa. La reina sabía de antemano que el único que podía ganar, era Ulises. Pero ni se imaginaba que ya lo tenía allí, de vuelta.
Los pretendientes fingieron también que se habían puesto muy contentos de ver de vuelta a Telémaco.
- ¡Con tal que no vuelva tu padre! -pensaron ellos con maldad.
Al ver al mendigo que lo acompañaba, lo tomaron a risa y empezaron a burlarse de él.
Le tiraron del pelo, le echaron vino a la cara, y le hacían mil morisquetas ridículas. Ulises los dejó hacer algún tiempo, esperando la mejor oportunidad para castigarlos.
Penélope, que no sabía aún nada del retorno de Ulises disfrazado de mendigo,...
Al encontrarse Ulises con su hijo y contarle éste lo que estaba ocurriendo con los atrevidos pretendientes, idearon los dos un plan.
El hijo disfrazó al padre de mendigo y se presentaron ambos en el palacio.
- ¡Hijo, qué suerte que has vuelto! -le dijo, abrazándolo, Penélope, que se había sentido muy sola ante los pretendientes, en ausencia últimamente, no ya sólo del esposo, sino también de su hijo.