Web de Jose
LA
ESCUELA DE ANTAÑO
EL MAESTRO.
AL MAESTRO
... Y si a mis padres les debo la vida, a mis maestros les debo el triunfo...
(A. Magno)
AL MAESTRO
Querido maestro,
sabio preceptor
que el
cielo os bendiga
por vuestra labor.
Después de mis padres
Siempre os amaré
Seréis el modelo
Que yo imitaré.
Al dejar la escuela
No os he de olvidar
Que en el pecho mío
Os haré un
altar
Querido maestro
Sabio preceptor.
CADA MAESTRILLO TIENE SU LIBRILLO.
En 1900, el panorama de la escuela española era un tanto desolador. A pesar de que desde el año 1857 los gobiernos contaban con una buena ley, LA LEY MOYANO, capaz de poner orden en el caos, de hecho nadie la aplicaba. “Cada maestrillo tiene su librillo”, se decía, y era cierto. En “Cada maestrillo tiene su librillo”, se decía, y era cierto.
Míseramente retribuido, poco considerado socialmente, basaba su trabajo en la autoridad personal, una rígida disciplina y el respeto que los alumnos le debía y por el que jamás cuestionaban sus decisiones. Ser maestro era una vocación. Para sus discípulos, era la guía y el modelo a seguir; le temían, aunque también podían venerarle.
En los
pueblos y ciudades pequeñas se le consideraba parte de las “fuerzas vivas” locales, junto con el cura, el farmacéutico y el
médico.