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Perro esperando, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

(6 de Marzo de 2016)
Buenas tardes Rosa, ¡cuánto tiempo sin hablarnos!
Por lo que a veces he explicado por aquí debes saber que mis padres vinieron a pasar una temporada con nosotros a Barcelona, que mi nieta y mi nieto mayores ya comenzaron el cole, y el pequeñín, la guardería, así que si no fuese por los bisabuelos ahora estaría bastante solita en casa.
Un beso Rosa, y hasta otro día.
Cuando Cenicienta se enteró de lo que ocurría, fue al desván, se puso el vestido de diamantes, la diadema y el zapato de diamantes que le quedaba y acudió al palacio real. Podéis imaginaros lo que sucedió. Al ver a Cenicienta, el rey se levantó de la cama, le puso el zapato que había encontrado en el bosque y ordenó de inmediato los preparativos de la boda. En la fiesta nupcial, participaron barones, príncipes y caballeros, hombres y damas de la nobleza, y hasta las hermanas de Cenicienta. Todos...
El rey se sentía profundamente infeliz porque Cenicienta se le había escapado por tercera vez. Sin embargo, para escapar a sus tristes pensamientos, decidió salir de caza. Cabalgando por el bosque mató un oso, un jabalí, muchos lobos y varios zorros, y de improviso, en un arbusto, descubrió el zapato de diamantes de Cenicienta. Asustado y dolorido, pensaba que a Cenicienta le había ocurrido algo malo.
A causa del dolor enfermó, cayó en cama, no hablaba, no comía, ya no dormía, y seguía mirando,...
Siete días después, el rey ofreció de nuevo una fiesta con baile. Y esta vez Serafina encontró en la caja del desván un vestido de diamantes, un par de zapatos de diamantes y una diadema de diamantes. Y este vestido era tan hermoso que no se había visto jamás en todo el mundo uno igual.
Esa noche, en la fiesta, los caballeros y las damas de la nobleza, así como las hermanas de Cenicienta, se quedaron deslumbradas de tanto esplendor y el rey estaba firmemente decidido a no dejar escapar a Cenicienta...
Serafina se puso el vestido de oro y se fue al baile. El palacio estaba lleno de damas y caballeros de la nobleza, y estaban también sus hermanas, pero Serafina era de nuevo la más bella. Y tampoco esta vez hubo quien reconociese en ella a Cenicienta. El rey no le quitó la vista de encima ni un instante, pero, cuando llegó la medianoche, Serafina se escabulló y volvió corriendo a casa. Durante toda la semana, las hermanas hablaron de la bellísima princesa vestida de oro.