No es difícil imaginar que las ovejitas estuvieron muy contentas durante los primeros días de hierba fresca y de libertad; pero no así cuando comenzaron a notar que ciertas madrugadas desaparecía una de ellas y cada vez el tigre se volvía más gordo y dormilón.
Y colorín colorado, que este cuento se ha acabado. -No niego que el tigre sea uno de los riesgos de la libertad: pero, ¿qué es preferible: la pradera abierta con tigre o el corral perpetuo?
Después de este concepto, la oveja negra no tuvo necesidad de aclarar que al tigre le hacía daño la carne de cordero, porque dejando a La Mechuda con su desconfianza, el resto del rebaño atropelló la cerca de alambre y se perdió por los cerros en busca de pastos en flor. Habló así, entonces, La Motosa, la de los rulos en la lana, que por continuo mirar a las lejanías de los páramos tenía fama de clarividente: -La conducta del tigre con nuestra hermana negra me parece bastante sospechosa. Yo no me movería de aquí -afirmó La Mechuda, cuyos reparos pusieron recelosas a muchas ovejas. -Esos temores los han creado los chismes del pastor, para que no nos alejemos del potrero -respondió la aventurera-. Puedo jurar que el tigre es un buen amigo nuestro. Si les dijera que justamente es él quien me indica en dónde están los mejores pastos, ustedes no lo creerían.