- ¡Esta! ¿Has entendido ahora cómo es?
-Perfectamente -sonrió el chacal, y cerrando diestramente la puerta, añadió:
-Con vuestro permiso, señor tigre, os diré que ahora las cosas quedan como antes y podréis reflexionar acerca de la conveniencia de cumplir la palabra que se da. -Yo estaba dentro de la trampa. Yo, ¿entiendes?
-Sí... No... no le entiendo mucho, ¿podría...?
- ¿Qué? -aulló impaciente el tigre.
- ¿Podría explicarme cómo cayó en la trampa?
- ¿Cómo? Pues como se cae en una trampa.
-No, no, así no nos entenderemos. La cabeza vuelve a darme vueltas. ¿Cuál es la manera de caer dentro de una trampa?
Al oír esto el tigre agotó la paciencia y saltando dentro de la trampa gritó: - ¡Claro que no! -rugió el tigre, enfadado por la estupidez del chacal-. Te lo voy a explicar gráficamente, con detalles. Yo soy el tigre, ¿me entiendes?
-Sí, señor tigre.
-Este es el bracmán.
-Sí, señor tigre, - ¡Qué cabeza la mía! -dijo el chacal, apretándose las sienes-. Repetid otra vez ese cuento. Vos estabais en la trampa, y en esto aparece el tigre...
- ¡Idiota! -exclamó el tigre-. Yo era quien estaba dentro de la trampa.
- ¡Sí, sí, claro, ya comprendo! Yo estaba dentro de la trampa y... -el chacal se apretó de nuevo las sienes-. ¡No, no era yo! ¡No sé cómo tengo el cerebro! El tigre había caído dentro del bracmán y llegó la jaula... ¡No, tampoco es esto! -Dadme unos minutos -pidió el bracmán-. Quisiera explicar al chacal cómo ha ocurrido la cosa. Es un poco duro de cabeza y no me ha entendido bien.
El tigre consintió en ello y el bracmán empezó de nuevo la historia, sin omitir detalle alguno.