En fin, desde entonces van y vienen los dos de una punta a otra del pantano, pero no se casan ni a la de tres. La grulla, por su parte, se puso a meditar después de lo sucedido y se dijo: “ ¿Por qué lo rechacé? ¿Qué tiene de bueno vivir sola? Será mejor que me case con el airón”.
La grulla se dirigió a la casa del airón, pero de nuevo se vio rechazada. El airón meditó sobre lo que había ocurrido y se dijo: “Hice mal en rechazar a la grulla; solo, me siento muy aburrido. Iré a buscarla y me casaré con ella”.
El airón fue a casa de la grulla y le dijo:
-Oye, grulla, he decidido casarme contigo. Por favor, acepta.
-No, airón, no te quiero por marido –respondió la grulla.
El airón regresó a su casa. La grulla meditó sobre lo ocurrido, y finalmente se dijo: “Me casaré co el airón, siempre es mejor que estar sola”.
Fue a casa del airón y le pidió:
-Airón, cásate conmigo.
-No, grulla, no te necesito. No quiero casarme contigo, no quiero que seas mi esposa. ¡Lárgate! –respondió el airón.
La grulla rompió a llorar de vergüenza y volvió sobre sus pasos. - ¿Está en casa la grulla?
-Aquí estoy –respondió la grulla.
-Cásate conmigo –le dijo el airón.
-No, airón, no quiero casarme contigo, tienes las patas feas, el traje corto, vuelas mal y, además no sé con qué podría alimentarte. ¡Vete de aquí, pasilargo! –dijo la grulla.
El pobre airón tuvo que marcharse tal como había llegado.