Camino (
vía)
Un camino, en sentido lato, designa toda vía de comunicación entre dos puntos; en su sentido restringido y más usado, se aplica a las
vías terrestres de comunicación.
Los
caminos son bienes de dominio público de la nación, provincia o municipio, y de aprovechamiento común.
Naturaleza que, así como la cualidad de ser impresquitibles, se les reconoce desde antiguo.
Las funciones de la Administración pública con respecto a los caminos pueden reducirse a tres:
· construirlos y repararlos
· conservar su propiedad
· regular el aprovechamiento común
Historia
Es de creer que desde el momento en que los
pueblos se fueron relacionando entre sí se fueron estableciendo rutas para facilitar la comunicación, y que se establecerían reglas de policía para su conservación y aseo. Se dice que los persas tuvieron tres caminos principales muy buenos. Según Diodoro de Sicilia, Semíramis estableció por todos sus estados una especie de caminos o vías
militares para cuya construcción hizo rebajar colinas, rellenar
valles y fosos y formar diques y calzadas elevadas. Justino asegura asimismo que Jerjes empleó sumas considerables para la construcción de caminos públicos.
Antigua Grecia
Heródoto dice que el cuidado de los caminos entre los lacedemonios estaba a cargo de los reyes. En Atenas cuidaba de ellos el senado, y en Tebas y otros pueblos de Grecia confiaban este encargo a los hombres más eminentes. Sin embargo, no parece que entre los griegos este ramo hubiese adelantado con proporción a los otros en que tanto aventajaron a los demás países, como resulta claramente de un pasaje de Estrabón. Este autor dice en el libro 5.° que los griegos miraron con negligencia tres obras por los que los
romanos no perdonaron tiempo ni fatiga, a saber, la construcción de las cloacas, de los
acueductos y de los caminos o vías públicas. Se justifica además el atraso o indiferencia de los griegos por los caminos al no hacer mención de ellos ninguno de sus autores y porque no llegaron jamás a tener ninguno enlosado. Este adelanto estaba reservado, según dice Isidoro a finales de su XV libro, a los cartagineses,
pueblo comerciante que conocía el interés de los viajes y la facilidad de los trasportes.
Antigua Roma
Los romanos siguieron su ejemplo y los
monumentos o vías que quedan todavía de ellos después de tantos siglos son un testimonio incontestable de su poder y de su gloria. El primer camino que construyeron es considerado el más hermoso de cuantos fabricaron: este es la vía Apia, así llamada por Apio Claudio. En seguida, hicieron construir la vía Aureliana, luego la Flaminia, a las que añadieron otras muchas, de suerte que los caminos espaciosos, sólidos y adornados de milla en milla de
columnas de mármol se extendían en todas direcciones desde las extremidades occidentales de Europa y África hasta Asia menor, en una distancia de más de cuarenta mil leguas francesas.
Los romanos construían los caminos con cuatro hiladas o capas de materiales, de las que resultaba una obra solidísima.
· la primera, llamada statumen, era de mortero compuesto de arena, cal y toba, y tenía una pulgada de grueso sobre tierra firme;
· la segunda capa o cama, que se ponía sobre la primera, era de casquijo y escombro desmenuzado y unido con mortero y se llamaba por los latinos ruclus;
· la tercera hilada, que iba sobre la segunda, se componía de calcina o argamasa hecha de arena o toba mezclada con cal, y la llamaban nucleus porque calaba toda la obra;
· finalmente, ponían la cuarta capa que estaba en la superficie, compuesta unas veces de
piedras duras y sólidas, como se ve en la vía Apia y otras de escombros o de guijarros pequeños, mezclado todo con arena gruesa, como se ve en algunos caminos militares, guardando para las ciudades y sus inmediaciones aquellas piedras de mayor tamaño.
Los grandes caminos de los romanos tenían sesenta pies de ancho.
Los antiguos paganos acostumbraban a poner en los caminos la
estatua de Mercurio, como numen tutelar de los viajeros, los cuales al pasar solían tomar una
piedra del camino y echarla al pie del simulacro de aquella falsa divinidad, como un acto de adoración. Estas piedras servían después en algunos países para quitar la vida a aquellos que eran condenados a morir apedreados y a esto alude lo que aparece en el cap. XXVI de los Proverbios, de que el que honra y protege a un insensato obra del mismo modo que quien tira su piedra en el montón dedicado a Mercurio.