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Serie rosas y flores, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

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En ese caso abandonaré gozosa mi tallo; no sentiré separame del rosal que em dió vida, ni echaré de emnos la compañía de jacintos, claveles, jazmines... Es más, saldré ganando, pues así viviré al lado de una hermana; seremos dos rosas.
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-Pero- dijo la rosa, ¿es para Luisa para quien deseáis cogerme?
-Sí.
-Luisa- repuso, - ¿es la joven que se pasea todas las mañans por este jardín, con un peinador de encajes tan perfumado que las brisas se apartan de nosotras?.
-La misma.
-Luisa ¿es la joven que encanta al día con su sonrisa y oscurece al sol con los destellos de su mirada?
-Sí.
- ¡Oh! En ese caso, cogedme; sí, lo consiento, lo quiero, lo ambiciono: no echaré de menos el batir de alas de las mariposas, ni las brisas embriagadoras,...
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Dejadme... dejadme gozar los placeres que se me ofrecen, y embriagar con la dulzura de mis perfumes a las mariposas... ¡Dejadme vivir!

Yo la respondí:

-Estoy enternecido, querida flor, por lo razonable de tus quejas, y si pudiera créeme que apartaría mi mano que te amenaza; pero debo elegir para ella, para Luisa, la más encantadora flor de este jardín, y nadie podrá impedirme cumplir con mi deber...
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No, no me cojais aún. ¿No hay otras flores en este perfumado recinto? Mirad: a mi alrededor hay jacintos, claveles, jazmines.... Casi todas esas flores no sentirían ser cogidas, pero yo... flor joven, apenas abierta, con esperanzas, con ilusiones... ¡No quiero que mi existencia se marchite en seguida en un dorado búcaro japonés...
LA TIERNA ROSA.

La rosa murmuró tristemente, inclinando hacia mí su tallo, mientras los rayos del sol nos envolvían como finísima ilusión de oro pulverizado:

-Queréis cogerme demasiado pronto: apenas se ha abierto mi capullo entre los primeros fulgores del alba y aún quedan en mis pétalos algunas gotas de rocío matutino...