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Pasadas las fiestas los girasoles crecen, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

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Los pintores, pintaron a Eco como una figura a la vez, mística y pagana. Su cuerpo tiene la blancura y la exquisita correción de formas de las retozonas deidades mitológicas, y no obstante, hay en ella algo espiritual y melancólico, que recuerda a las tristes heroinas de las leyendas medioevales, cuyos amantes sucumbieron sin confesión y en alta mar, lucahndo contra las olas y los vientos desencadenados.
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¿Será acaso el lenguaje de las olas, cuyo verbo poderoso parece conservar aún el clamor desgarrador de los náufragos que murieron en la extensión inmensa del piélago azul, y el canto cariñoso de las sirenas que dormitan al sol echadas sobre los peñascales de playas remotas?...
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Parece como si espíritus invisibles murmuraran al oído de Eco palabras misteriosas que ella no comprende. ¿Será acaso, el murmullo del viento cargado de millares de frases dispersas?...
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A Eco se la ha pintado con la aptitud perpleja del que escucha: los brazos medio levantados, la boca entreabierta, la cabeza algo inclinada hacia atrás, los ojos inmóviles y pensativos, como si también estuviesen empleados en percibir algún rumor lejano...
Dice la Miltología que Eco fue hija de la Tierra y del Aire, y que ayudaba a Júpiter distrayendo a la celosa Juno mientras aquél andaba ocupado en sus amorosos devaneos, hasta que la temible diosa habiéndose enterado de lo que a espaldas suyas ocurría, condenó a Eco a vivir en el fondo de los bosques y a repetir las últimas sílabas de las palabras que oyese...