Simbología
La encina se considera
árbol sagrado en numerosas
tradiciones. En todas ellas, aparece como un símbolo de solidez, longevidad y potencia, tanto en el sentido material como en el espiritual; al igual que en latitudes más septentrionales ocurre con su hermano, el roble.
En la mitología griega, encontramos unas ninfas protectoras de los bosques encinares, las dríadas, que corrían y bailaban alrededor de los venerables ejemplares. Estos seres representaban la humedad y el hálito vital, que juega y serpentea entre la
naturaleza sin dejarse atrapar. Se las ha relacionado con las apsaras védicas,
fuente de la alegría del
agua y habitantes del interior de las nubes, a las que se consideraban agentes de la acción fecundante. Según la
tradición griega, dejaron sus moradas celestes para residir, junto a los mortales, en los encinares, convirtiéndose en divinidades terrestres. El nombre de estas ninfas proviene del término drys, es decir, árbol, ya que la encina era el árbol por antonomasia para los helenos.
Miguel Herrero Uceda, El alma de los
árboles
La encina es considerada árbol sagrado, como símbolo de fuerza, solidez y longevidad, en diferentes ámbitos religiosos de la
antigüedad, consagrada al dios Zeus en Dodona, a Júpiter Capitolino en Roma o a Perun, de la mitología eslava. Según diversas tradiciones, la clava de Hércules era de madera de encina, lo mismo que la
cruz donde se crucificó a Jesucristo. Abraham recibe las revelaciones de Yavé cerca de una encina.
Como árbol autóctono del Mediterráneo, está muy adaptado al clima de esta región. El área natural de los encinares ha estado habitada desde hace milenios, pobladores que han sentido a la encina como la esencia del mundo mediterráneo. En
Extremadura, en el centro de su
escudo se ha colocado una encina que representa, más que un árbol, una filosofía de vida, un modo de ser en el que el aprovechamiento de los
campos se beneficie del uso racional de este árbol. El campesino de las dehesas no debe olvidar que su medio de vida procede de las encinas.
Tié que ser campusino
tié que ser de los nuestros
que por algo nació baj’una encina
del caminito nuevo.
Luis Chamizo, La nacencia