Gobolino asintió, y el propio capitán le llevó a tierra.
Los marineros despidieron al gato con grandes saludos, pero él no quería mirar atrás y ver como se alejaba el Mary Cruz dejándole en tierra.
Así que siguió adelante valientemente pensando para sus adentros: “No importa. Seguro que alguien ha de querer pronto al pequeño Gobolino” -No me extraña que la bruja persiguiera al barco.
Todos miraban —-a Gobolino y nadie quería cogerle en brazos ni acariciarle.
El gato se sentó en cubierta, triste y solitario. Al mediodía, se acercó a hablarle el capitán.
-Oye, Gobolino -dijo afectuosamente-, me temo que tendremos que separarnos. Mis marineros se niegan a trabajar hasta que no te marches. Trae mala suerte llevar a bordo al gato de una bruja. Con un rugido de ira, la bruja desapareció.
- ¡Traidor, traidor! -gritó, en el momento que el viento la engullía. De repente, se hizo sobre el mar una gran calma. El Mary Cruz estaba a salvo.
Los marineros no comprendían lo que pasaba y murmuraban cosas sobre Gobolino.
-No era una gaviota. ¡Era una bruja!
-Y él hablaba con ella. ¡Yo le oí!
... - ¡Bueno, venga! -dijo la bruja-, prepárate para saltar a mi escoba cuando yo pase.
Justo cuando la luz empezaba a palidecer, cruzó la bruja por delante del sol. Su sombra se proyectó sobre la cubierta por un instante. Gobolino saltó, pero no a la escoba, sino encima de su sombra, gritando en voz muy alta ¡TONTERIAS! mientras caía. - ¡Los gatos de las brujas saben nadar como focas! -replicó la bruja marina acercándose cada vez más al barco-. ¡Tírate al agua y nada! Cuando el barco se haya ido a pique te recogeré con mi escoba y te llevaré a casa.
- ¡Está tan lejos y es tan profundo! -sollozó Gobolino-. Tengo miedo. ¡Oh… me estoy cayendo!