Desde este momento
mi corazón se encuentra
tan embargado por tu Dulzura,
que te lo doy,
para que Tu lo guies
y para que lo coloques
en el Corazón de tu Hijo.
de Ricardo de San Lorenzo, siglo XIII Entonces,
embriagado de tu amor,
ya no pienso en mi corazón,
y no sé pedirte otra cosa que el Tuyo. Pero, vuelto en mí,
si te lo vuelvo a pedir,
me abrazas, oh Dulcísima. Cuando yo te lo pido,
Tu sonríes,
y tu sonrisa me tranquiliza. Oh, Robadora de Corazones,
¿Cuándo me devolverás el mío?
¿Quieres quedarte con el para siempre?