¡Ya no vuelvo a tirar más los zapatones de mi marido! A partir de ahora, zapato que vaya a tirar al contenedor, zapato que le quito de las manos y planto claveles chinos.
¡Ya veréis dentro de poco que balcones voy a tener! ¡Van a dar envidia! Y no pueden negar que este fue un verdadero cuento, ¿Verdad? Y así el príncipe se casó con ella, seguro de que la suya era toda una princesa verdadera. Y el frijol fue enviado a un museo, donde está exhibido todavía, salvo que alguien se lo haya robado. Oyendo esto, todos comprendieron enseguida que se trataba de una verdadera princesa, ya que había sentido el frijol nada menos que a través de los veinte colchones y los veinte almohadones. Sólo una princesa podía tener una piel tan delicada. – ¡Oh, terriblemente mal! –dijo la princesa–. Apenas pude cerrar los ojos en toda la noche. Estaba muy incómoda ¡Vaya usted a saber lo que había en esa cama! Me acosté sobre algo tan duro que amanecí llena de cardenales por todas partes. ¡Fue sencillamente horrible!