Cruzo la orilla del pueblo entre la niebla de un campo vacío. Hay cicatrices húmedas en el hueco de mis manos, soy permeable a las ausencias, y mientras esperas mi regreso en el silencio del porche, en tu regazo crecen flores amarillas para regalarme. LA CIUDAD TIENE UNA CARA; el campo tiene un alma. ¡Ay, Mayo, Mayo, cuántos recuerdos para los alconcheleros, cuántas risas y alegrías... y, cuántas lágrimas...! Vamos a la floresta de fresca sombra
y aspiremos de Mayo la dulce brisa;
ya cubre el suelo verde mullida alfombra:
ven y amémonos mucho, ven, ven deprisa.
Nos da fecundo el campo fragantes flores
que adornarán tu hermosa, linda cabeza...
Entonemos ardiente canto de amores
a la bendita Madre Naturaleza. Si miras un melón por fuera,
si te fijas solo en su piel, no te
gusta y lo dejas.
Si te entretienes en calarlo, podrás saborear sus mieles.
Así sucede con los libros:
Hay que abrirlos, conocer la presentación de los personajes, el ambiente y, poco a poco, te llega a gustar tanto que ya no puedes dejar de leer, manifestó el Mago con satisfacción.