Hangu volvió triste a su casa y esta vez, francamente, no pensaba: “Es un verdadero placer trabajar con ayudantes como éstos”. Y entonces llegaron al campo cien mil ecos y comenzaron a arrancar espigas y a masticar granos y, antes de que a Hangu le diese tiempo de mesarse los cabellos, se habían comido todo el trigo. - ¿Quién anda ahí? –gritó el rey d elos ecos.
-Soy yo, Hangu.
- ¿Y qué estás haciendo?
-He arrancado un par de espigas y mastico los granos para ver si están maduros.
. Estupendo, te quiero ayudar. Un tiempo después, Hangu se dijo que era hora de ir a ver si había madurado el trigo. Fue al campo, arrancó un par de espigas y masticó los granos para comprobar si estaban maduros. Diez mil ecos volaron de aquí para allá y espantaron a todos los pájaros.
Y una vez más Hangu se alegró pensando: “Es un verdadero placer trabajar con ayudantes como éstos”