Seguro que sí, querido- dijo su mujer- como siempre. -Sencillamente, haré todo lo mejor que pueda- respondió el zapatero. -Nos hemos quedado sin la ayuda de los duendecillos -dijo riendo la mujer del zapatero-. ¿Qué vas a hacer ahora que viene tanta gente a comprarte calzado? Y cantando y bailando salieron a la calle por la puerta de la tienda. - ¡Se acabó el hacer zapatos! ¡Ahora somos gente elegante!