-El mío es el mejor. Y mientras la joven, llena ya de salud, alzaba sus manos sobre el florecido guisante, dando gracias a Dios por habérselo enviado, el canalón mecía de forma vanidosa su guisante estéril, como diciendo insensatamente: De los otros cuatro guisantes breves notícias: el primero fue a caer en un tejado y una paloma se lo comió: el segundo y el tercero sirvieron, con otros muchos, para un guisado, y el cuarto había cáido en un canalón, donde estaba todavía cubierto de lodo y agua impura. Y contempló, sonriendo, la delicada flor, como si fuera un ángel que bajara del cielo. – Nada más que la bondad de Dios pudo depositar este guisante en la hendidura de la ventana.