— ¡Caramba, Lindo, he tenido un sueño asombroso! Resulta que… —Cuca sacó de su bolsillo una pieza del rompecabezas
Era azul, y encajaba divinamente en su rompecabezas.
—Con que no ha sido un sueño, pero tú —. estabas conmigo, Lindo, ¿no es cierto? La cama quedó flotando en el espacio. —Ahora sí que estamos perdidos, Lindo. Y cada vez siento más frío.
Flotaban a la deriva. “Nunca regresaremos a casa”, pensó Cuca. Entonces se quedó dormida.
Al despertarse, no podía creer lo que veían sus ojos. Estaba de vuelta en su habitación, ¡y era por la mañana! Pero, de pronto, la nave se puso en marcha, haciendo un ruido como el de un viejo secador de pelo, y empezó a dar bandazos por el suelo, arrastrando la cama, a Cuca y a Lindo hacia el cielo de la noche.
De repente, ya en el espacio, se rompieron las cuerdas. Cuca llamó al conductor, el cual no pudo oírla. Déjalo de mi cuenta —dijo el hombre—. Creo tener en el garaje el vehículo apropiado.
—Esta vieja nave espacial hace años aue no se usa, pero en seguida la pongo en marcha.
Ya está. Asegúrate de que esos nudos son fuertes. Cuando diga “ ¡listos!”, agarraos bien. ¿Entendido? Cuca no creía en aquella vieja nave espacial. Qué curioso —dijo la niña—. Sólo hace falta una pieza roja para completarlo, pero la última pieza es azul.
— ¡Un momento! —Cuca miró en el bolsillo de su pijama y halló la pieza roja del rompecabezas que tenía en casa.
— ¡Mira, Lindo! Encaja perfectamente. ¡La pieza de mi rompecabezas encaja!
El rompecabezas
En aquel instante regresó el hombre con dos tazas de té. Cuca le contó lo del rompecabezas.
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