Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Las gentes del pueblo, pensando que se había querido burlar de ellas, le midieron las costillas con palos y varas, y salió tan magullado que todavía hoy lo andan curando. Así que el viejo, furioso, la emprendió a golpes y patadas con el saco gritándole que cantase, pero sucedió que, al sentir los golpes, el gato y el perro se enfurecieron y empezaron a maullar y ladrar. Cuando el viejo abrió el saco para ver qué era lo que pasaba, el perro y el gato saltaron fuera del saco. El perro le dio tal mordisco en las narices que se las arrancó y el gato le llenó la cara de arañazos. Y el saco no cantó - ¡Canta, saco, o te doy un sopapo!